En general, los productores agrícolas no tienen suficiente información para identificar gran parte de las malezas, plagas y enfermedades que pueden afectar a sus cultivos. ni para la elección del tratamiento químico a aplicar en cada caso. Ante la duda, es frecuente realizar tratamientos de manera sistemática. Es por esa razón que los pesticidas constituyen el grupo más grande y de mayor variedad de sustancias químicas y tóxicas que son introducidos voluntariamente de manera extensiva por el hombre en el ambiente. Son aplicados en los sistemas agrícolas con el objetivo de minimizar los daños generados por plagas y enfermedades y aumentar los rendimientos productivos de los distintos cultivos.
Son innegables los beneficios económicos que ha generado el uso de plaguicidas para aumentar la productividad de los sistemas agrícolas. Incluso en el ámbito de la salud pública la utilización de plaguicidas ha permitido reducir la población de vectores de enfermedades muy difíciles de controlar y que han significado un gran problema. Pero cada vez se conoce más de los riesgos de esa aplicación masiva de esas sustancias tóxicas, para la salud de las personas, para la biodiversidad y el medio ambiente.
De la gran cantidad de pesticidas que se aplican, sólo un pequeño porcentaje alcanza a las plagas de una manera eficiente, cuando éstas son vulnerables al tratamiento. El resto se dispersa en el ambiente , se introduce en la dinámica del ecosistema, y por consiguiente alcanza a otros organismos vivos, incluyendo al ser humano. La persistencia de los pesticidas en el ecosistema favorece la contaminación de las aguas, suelos, pastos, y vegetales y animales comestibles. Y, procedente de tantas fuentes, los pesticidas se acumulan en los organismos vivos.
El desafío de los sistemas de producción agrícola futuros no sólo consiste en producir más sino en producir de manera sostenible.
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